Las bacterias espaciales comen metal y plásticos de la estación espacial internacional , y genera preocupación la amenaza extraterrestre para la viabilidad del proyecto espacial internacional.
En estos momentos numerosas formas diferentes de vida se han descubierto e identificado en el exterior y en el interior de la Estación Espacial Internacional. Los microorganismos están atacando la estación y comiéndose el metal y los plásticos, son bacterias que crecen sin ningún tipo de control. Capaces de sobrevivir incluso a la radiación, corroen los equipos y pueden suponer un riesgo tanto para su estructura como para la integridad física de sus ocupantes.
Estos microorganismos son bacterias mutantes y ahora están adaptadas a diferentes condiciones de dónde vinieron y algunos microorganismos son capaces o sobrevivir durante años en el espacio exterior a pesar de la radiación y la carencia de agua y oxígeno. De hecho, sobreviven incluso a las gélidas temperaturas que hay más allá de la atmósfera terrestre. Y lo hacen sin agua, sin nutrientes y sin nada que las proteja de la intensa y letal radiación del Sol y las estrellas. Las bacterias llevan viviendo dentro y fuera de la Estación Espacial Internacional desde que ésta empezara a ensamblarse, a finales de 1998. Y ahora se están convirtiendo en un problema serio, tanto para su estructura como para la integridad física de sus ocupantes.
Hasta la fecha Setenta y seis clases de microorganismos diferentes han sido identificados hasta el momento a bordo de la plataforma orbital. Muchos de ellos resultan inofensivos, pero algunos han demostrado ser perfectamente capaces de causar graves daños.
La Estación Espacial Internacional ha sido colonizada por organismos no deseados. Los conductos de ventilación, las habitaciones, los laboratorios, utensilios, todo está infectado de bacterias que han proliferado luego de adaptarse a las condiciones de microgravedad, concentraciones diferentes de gases y demás. Esta invasión microbiológica puede traer graves problemas a los habitantes de la Estación Espacial Internacional (EEI) y, si no se encuentra solución, podría poner en peligro futuros viajes tripulados más allá de la Tierra.
Estos organismos corrompen los metales y los polímeros (plásticos) y pueden causar fallos en los equipos. Con el agravante, además, de que se trata de bacterias mutantes, es decir, que han cambiado para adaptarse a unas condiciones muy diferentes de las que estaban acostumbradas. Y nadie sabe hasta dónde pueden llegar estas mutaciones, también la tripulación corre peligro, pues tienen deficiencias inmunológicas: “La multiplicación incontrolada de estas bacterias -sostienen los científicos- puede causar enfermedades infecciosas entre los miembros de la tripulación”.
La cámara del Apolo XII
Por supuesto, los responsables de las misiones de abastecimiento a la ISS han intentado por todos los medios que ninguna bacteria se colara en los cargueros espaciales. Pero no han tenido éxito. La historia se repite desde las primeras misiones de la era espacial. El 20 de abril de 1967, por ejemplo, cuando el vehículo no tripulado Surveyor 3 aterrizó en la Luna llevaba a bordo, entre otros objetos, una cámara de TV. Dos años y medio después, el 20 de noviembre de 1969, los astronautas Pete Conrad y Alan Bean, del Apolo XII, recuperaron esa cámara y la trajeron de vuelta a la Tierra. Cuando los especialistas de la NASA la examinaron, se sorprendieron al encontrar en su interior especímenes de Streptococus mitis vivos. La NASA determinó que esas bacterias ya estaban dentro de la cámara cuando los astronautas la recuperaron. Es decir, que llevaban allí incluso desde antes del lanzamiento del propio Surveyor 3. A pesar de ello, lograron sobrevivir sin excesivos problemas durante 31 meses en la superficie lunar.
Otro ejemplo es el de la ya desaparecida estación espacial rusa Mir. En 1990, cuatro años después de su lanzamiento, se encontraron 90 clases de microorganismos diferentes a bordo. En 2001, cuando la Mir fue desmantelada, la cifra había crecido hasta 140. Los informes de los últimos cosmonautas hablaban de lámparas corroídas, agujeros en los paneles de control y filtraciones en los sistemas de abastecimiento de aire y alimentos.
Los expertos de las distintas agencias espaciales saben muy bien que las condiciones de temperatura y esterilidad del interior de la EEI resultan de lo más favorable para el desarrollo de estas bacterias mutantes. Y también saben que hasta ahora han fracasado todos sus esfuerzos por erradicarlas. De nada ha servido, por ejemplo, rociar el interior de los módulos con líquidos antibacterianos. Ni someter a las tripulaciones y a las naves a los más rigurosos controles antes de abandonar la Tierra. El siguiente intento será enviar en una de las próximas misiones de abastecimiento a la ISS una potente lámpara de luz ultravioleta para tratar de mantener a raya a estos incómodos pasajeros.
Sobreviven en el exterior
Diferente cuestión, sin embargo, son las bacterias adheridas a los paneles exteriores de la estación espacial. Diversos experimentos han demostrado que estos microorganismos son capaces de sobrevivir durante largos años en las condiciones más extremas del espacio exterior. Y no está claro en qué radica esta increíble capacidad de supervivencia ni hasta dónde pueden llevar las mutaciones futuras de estos organismos.
El primer ser vivo de la Tierra, hace cerca de 4.000 millones de años, fue una bacteria. Las condiciones de aquel mundo primitivo nada tenían que ver con las actuales, pero a pesar de ello las bacterias sobrevivieron y colonizaron el planeta entero. Durante los 3.000 millones de años siguientes, ellas fueron los únicos habitantes de nuestro mundo. Toda la diversidad de vida que vemos en la actualidad se desarrolló después, pero a pesar de ello seguimos viviendo, en la actualidad, en lo que la Ciencia llama la Era de las Bacterias (Archea). Ellas siguen siendo, en efecto y a pesar de las apariencias, las auténticas dueñas del planeta que creemos controlar.
Está previsto que la Estación Espacial siga funcionando hasta 2020. Habrá que ver si de aquí a entonces los expertos de la NASA han conseguido erradicarlas. De no ser así, podría ser necesario abandonar la estación mucho antes de lo previsto.