La tecnología ya permite a las personas que han perdido sus extremidades controlar sus prótesis utilizando una conexión directa con su sistema neuromuscular. Un camionero sueco, perdió el brazo hasta la altura del codo hace una década. Ahora, lleva más de un año y medio con un brazo biónico que le ha devuelto el sentido del tacto, desempaquetar un paquete de huevos o atar los patines de sus hijos, además, de trabajar consiguiendo conducir un camión gracias a la protésis.
La prótesis por medio de un tornillo de titanio implantada en el hueso le ha devuelto la capacidad de coger cualquier cosa o tocar a alguien. Por dentro del tornillo van una serie de conectores que transportan las señales eléctricas hacia y desde unos electrodos insertados en sus nervios y músculos.
Hasta la fecha otras prótesis ya respondían a las órdenes que recibían del cerebro, pero su dueño no podía apartar la vista de la mano si no quería destrozar lo que estuviera cogiendo, es decir, no eran capaces de reproducir el sentido del tacto.
Los científicos preveen ir mejorando la integración de las prótesis robóticas con el cuerpo humano en los próximos años. En los últimos años el desarrollo de la mecanotrónica (un neologismo para referirse a la confluencia de mecánica, electrónica e informática) ha permitido el desarrollo de prótesis muy sofisticadas.
De forma paralela, los avances en neurociencia han desentrañado todos los pasos que hay entre pensar mover un brazo y que este se mueva. Para los amputados, faltaba unir ambos extremos. Otra de las grandes aportaciones de este trabajo es que el paciente tiene la sensación de pertenencia. El extrañamiento es una de las causas de rechazo de las prótesis convencionales.
El sistema de comunicación entre la prótesis y el cerebro es bidireccional. Una acción pensada se convierte en información que llega hasta el extremo cercenado de los nervios y músculos en forma de impulsos eléctricos. Allí, los electrodos la recogen y el sistema la descodifica y la transforma en una acción de la prótesis. En sentido inverso, un movimiento de los dedos o los brazos es convertida en señales eléctricas que viajan brazo arriba hasta llegar al cerebro que las traduce en estímulos.
El trabajo se centró en la sensación de contacto y presión pero aún quedarían otras propiedades del sentido del tacto, como la temperatura o la propiocepción (sensación de sí misma). La trascendencia del trabajo no es tanto la posibilidad de devolver a un amputado su capacidad de sentir lo que toca sino la manera de implementarlo clínicamente por medio de la óseointegración para que el paciente pudiera llevar una vida normal.
Se ha logrado una conexión íntima entre el cuerpo y la máquina, entre la biología y la mecatrónica.